«En el campo está la base de la soberanía alimentaria»
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25/01/2017
–¿Cómo y por qué nació el Movimiento Campesino de Santiago del Estero?
–Nació en 1990, a raíz del conflicto por la tenencia de la tierra en esta región.
Entre finales de los años 70 y principios de los 80 había comenzado un desalojo silencioso de familias que llevamos viviendo durante generaciones en el territorio, a veces comunidades enteras, porque esas tierras habían adquirido valor para las grandes producciones agropecuarias.
Cuando se producía la expulsión de las familias aparecía un fulano que tenía el título de propiedad de las tierras donde ellos vivían. Eran familias de los pueblos originarios, muchas de las cuales habían escapado en su día de la caza de indígenas para someterlos a la explotación de los terratenientes, o que fueron traídas en la época de La Forestal –una multinacional minera inglesa–. Esta empresa quebró, y las familias se quedaron sin empleo, pero fue sobre todo cuando se autorizó en Argentina el cultivo de la soja transgénica que los grandes productores empezaron a interesarse por esas tierras habitadas y se incrementaron las expulsiones. Después de la dictadura militar comenzó un proceso organizativo en el país para defender la vida del campesinado.
–¿De qué o quién tienen hoy que defenderse estos campesinos de Santiago del Estero?
–A raíz de estas familias que se organizaron para la defensa del territorio, se empezaron a producir en el país otras experiencias organizativas. Y hoy somos parte de un movimiento indígena nacional campesino y urbano que lleva adelante la lucha no solo por la tenencia de la tierra, sino también por la recuperación de tierras en desuso y por la vuelta al campo de los hijos y los nietos de quienes en su día fueron expulsados, si quieren hacerlo.


–¿Cuáles han sido las principales luchas del Mocase durante estos 26 años?
–Empezamos como un movimiento local pero con los años hemos ido aunado fuerzas con el movimiento internacional de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y con el movimiento mundial de la Vía Campesina. En estos años hemos resistido y se han ido recuperando las tierras y generando nuevos espacios para trabajar.
También ofrecemos formación en las escuelas secundarias propias del movimiento y estamos construyendo una universidad campesina para la ejecución de siete carreras, aunque esto se ha ralentizado debido a los recortes del actual Gobierno para las universidades públicas.
–¿Qué relación mantienen con movimientos sociales urbanos?
–Hacemos incidencia en las universidades nacionales para romper la barrera que mantiene a los habitantes de la ciudad al margen de lo que ocurre en el campo. Hemos establecido alianzas con movimientos urbanos, desparramando la conciencia de que sin el campo la ciudad no existiría. En el campo está la base de la soberanía alimentaria, no solo en la semilla sino también en los conocimientos que se han sabido resguardar durante generaciones, tanto en saberes como en sabores.
–¿Qué logros han obtenido?
–El movimiento nos ha permitido permanecer en el territorio y disputar políticas públicas que nos han permitido mejorar las condiciones de vida en nuestras comunidades. Pero sigue costando convencer de que el campesinado no es sinónimo de retraso, como el sistema educativo y los medios de comunicación se han encargado de difundir. El campesinado es el origen y la garantía de la alimentación. Pero también un sujeto cultural, político y económico con mucho peso en el país y al que se le tienen que reconocer sus derechos.
–Y en ese proceso de recuperación de tierras, ¿han conseguido hacerlo con garantías jurídicas para sus habitantes?
–Hay muchos que lamentablemente no están organizados y son víctimas de los atropellos que son promovidos en nombre de la especulación inmobiliaria, del monocultivo de la soja o de los proyectos de explotación minera. La garantía jurídica depende del respeto que en las leyes de cada provincia argentina exista por esa idiosincrasia campesina.
–¿Qué ocurrió con Cristian Ferreira y Miguel Galván?
–Son constantes los conflictos con los grandes empresarios. En Santiago del Estero, en el año 2012, Miguel Galván, uno de los habitantes de las comunidades de resistencia, apareció degollado en un camino. Y en el año 2011, Cristian Ferreira, que iba a cumplir 22 años, fue asesinado por un sicario contratado por Jorge Ciccioli, un empresario de Santa Fe. Era una de las cabezas más visibles del movimiento.
–¿Hubo condena para Ciccioli?
–El juicio se celebró pasados tres años del asesinato, tiempo durante el que estuvieron detenidos el sicario y el empresario, como autor intelectual del crimen. Sin embargo, a la hora de la sentencia, al sicario lo condenaron a diez años pero Ciccioli salió absuelto. Se ignoraron los dos años previos al asesinato de denuncias contra el empresario por sabotajes y amenazas.